viernes, 15 de octubre de 2010

EL SOPLO DE CADA DIA


Mientras escribo estas palabras la humanidad otra vez prueba la redención de la vida, la magnitud del bien y reconoce el cumplimiento de la victoria...

Mientras escribo estas palabras, el último soldado minero es rescatado en el desierto de Atacama, Chile.

Un grupo de 33 guerreros, presos en las entrañas de la tierra, conviviendo cada día con el calor de las emociones y con la amenaza inminente de la insanidad física e mental. En cuanto eso, millones de personas aquí afuera acompañan el final de este drama, de esta larga jornada por la vida y por la superación de los difíciles desafíos que ella nos incumbe.

Al final, fueron días de batallas contra la locura, el miedo y contra la propia muerte que los asombraba en aquella obscuridad húmeda y abrazada a 622 metros. Un ambiente muy propicio para alimentar a cada día la esperanza de renacer del vientre de la tierra. Una excelente oportunidad para probar al mundo (incluye China e Irán), el valor que la vida posee. Para probar a la humanidad cuanto es importante un soplo de aire en nuestras escenas del cotidiano.

Recuerdo el clima en los primeros días después del accidente... Mientras entrevistaba alguien por allí, tocaba el tambor por allá, encontraba en los comentarios de cada chileno la esperanza de encontrarlos vivos. Pasarán, entonces, prácticamente dos semanas, cuando un mensaje de rescate ganaba el mundo, dando inicio a una corrida contra el tiempo para rescatar 33 historias. Hasta aquel momento, yo era el único que creía en la muerte de esos mineros, contrariando la esperanza y fe alimentada por millones de chilenos. A partir de allí, reconocí una especie de capacidad propia que los chilenos poseen para sobrevivir a una larga dictadura y algunas catástrofes de la naturaleza. No olvidemos de la última de ellas, cuando la tierra vibró 8,8 grados en Concepción intentando tragar la vida nuevamente, derribando edificios, puentes e iglesias. Sucumbiendo 400 vidas e hiriendo millares de otras... Terremoto del cual pude escapar volviendo al Brasil después de un mes de trabajo. Talvez podría ser mi bautismo y sentirme un poco más chileno, quien sabe en la próxima vez...

Es interesante porque cada generación ya sufrió por lo menos dos grandes terremotos en Chile y merecen ser escuchados para contar las historias de sobrevivencia. Otra vez, el país pudo acompañar la lucha por la sobrevivencia de esas 33 vidas congratulando al equipo de enfermeros, médicos, sicólogos y todos los demás. Congratulando también al Presidente Piñera, que en estas ondas seguidas de catástrofes, demostró su capacidad administrativa y ejecución en el rescate, asegurando su popularidad y fortaleciendo el sentimiento nacional cada vez que el himno era aclamado por todos.

Creo que ahora tengo condiciones de imaginar lo que ya era un hecho para los chilenos. Todos ellos estaban confinados allá, junto con los mineros a 622 metros! Todos deseaban registrar la victoria de la vida contra los percances de la naturaleza, todos deseaban renacer del vientre terrestre...

Mientras escribo estas palabras, veo la emoción de los familiares, los hijos, amantes, esposas, madres, después de 69 eternos días confinados en el campamento Esperanza. Es este el momento del soplo... Cuando las rodillas ya no sustentan mas la felicidad y el alivio al ver el ave Fénix en forma cilíndrica alzar 33 vidas para un nuevo nacimiento, para una nueva mirada a la vida, a la humanidad...

Así pues, agradezco a Dios por esta nueva lección en esta escuela de contradicciones, de pragmatismos y de muchos deseos inconcientes de continuar respirando.

Así pues, lloro con Chile y canto otra vez:

"Dulce Patria, recibe los votos,

con que Chile en tus aras juró.

Que o la tumba serás de los libres,

O el asilo contra la opresión".

Gracias.


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Néstor Mora

Programa de Pós-Graduação em Antropologia da Universidade Federal Fluminense
Laboratório de Etnografia e Estudos em
Comunicação, Cultura e Cognição (LEECCC)

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